Este es el texto sobre el cual trabajamos identificando las tres "perspectivas" propuestas y relacionándolas con nuestra realidad institucional.
Por otra parte es interesante poder sumar a los conceptos de Flavia Terigi (trayectorias escolar es teóricas y reales), esta dimensión de "cruce" entre las distintas trayectorias, tanto de estudiantes como de docentes, y desde esta dimensión institucional pensarlas como una construcción conjunta.
Por otra parte es interesante poder sumar a los conceptos de Flavia Terigi (trayectorias escolar es teóricas y reales), esta dimensión de "cruce" entre las distintas trayectorias, tanto de estudiantes como de docentes, y desde esta dimensión institucional pensarlas como una construcción conjunta.
Trayectorias escolares: debates y perspectivas.
“Terminé 7° grado,
los recursos de mi padre no daban para más y no pude seguir, lo mío era
estudiar dactilografía, pero no pude seguir, pero nadie se preocupó en la
escuela de que yo no siga, ahora todo es distinto, ahora hay más
acompañamiento, más atenciones, te daban las tareas y no se podía conversar con
los profesores, en cambio ahora uno puede conversar, contar a los profesores, a
veces uno viene preocupado y ya se desahoga un poco con los profesores.”
Relato-testimonio de una alumna, Flavia2
Hablar de la inclusión
de los niños, adolescentes y jóvenes en la escuela, implica reflexionar y
generar una serie de estrategias que permitan sostener la escolaridad de los
alumnos que transitan hoy nuestras instituciones. En este sentido se hace
necesario volver la mirada sobre las trayectorias escolares de los mismos.
Las trayectorias escolares pueden ser
definidas como el recorrido que los alumnos realizan por grados, ciclos o
niveles a lo largo de su biografía escolar. Entendemos que una trayectoria es
regular cuando el alumno recorre el sistema con los tiempos y formas que la
organización pedagógica instituida ha
delineado para la escolaridad; es decir; un grado por año con avances anuales,
inicios y finalizaciones prefijadas.
En este
sentido, la organización de la escuela supone un recorrido estándar para los
alumnos. Esperamos que todos los niños ingresen a la misma edad a cada nivel
que tengan entre 9 y 10 años cuando cursen en cuarto grado, que finalicen la
escuela secundaria alrededor de los 17 o 18 años.
De esta
manera los caminos que se recorren en el sistema escolar son homogéneos,
lineales y predecibles en todos sus aspectos. Sin embargo, un número importante
de los niños y jóvenes transitan su escolaridad de modo heterogéneo y variable.
Cada vez se hace más visible que ese recorrido ideal planteado por la
organización escolar no necesariamente es el real para muchos de los niños y
jóvenes, en especial para aquellos que provienen de los sectores más pobres.
Las
categorías de repitencia, abandono y sobredad (está última más reciente),
indican esas interrupciones en la regularidad de la trayectoria. En el caso del
abandono, la interrupción total y a veces definitiva. Explicaciones diversas
pueden darse a estas realidades. Los invitamos repasar aquellas que en la
actualidad circulan en el debate de las instituciones.
Desde
algunas perspectivas, las dificultades que los alumnos tienen en su escolaridad
son responsabilidad de los mismos. Se repite porque no se aprendió lo suficiente,
porque no se alcanzó los logros indicados en el currículum, porque no se
realizó el esfuerzo necesario, porque hay dificultades en la apropiación de los
saberes, porque se encuentran con problemas para seguir el ritmo de estudio de
las materias, etc. Lo que interesa resaltar aquí es que la explicación de
dificultad de la trayectoria se centra prioritariamente en el alumno y sus
capacidades.
Desde
otras perspectivas las causas de la dificultad de la trayectoria se encuentran
prioritariamente en el ambiente. Se repite de grado porque la familia no
colabora, porque la cultura propia está muy lejos de la escolar, por falta de
expectativas, se cursa con sobredad porque el ausentismo es elevado (por
trabajo infantil, cuidado de hermanos, embarazo adolescente, poco apoyo de los
padres,) se tiene problemas en la escuela porque las condiciones económicas y
sociales de injusticia ponen a los niños y jóvenes en situación de desventaja.
La sociedad excluyente condena a la exclusión también, dentro de la escuela.
Una
tercer mirada se vuelca sobre la escuela y a las condiciones que la misma
genera para que los niños y jóvenes puedan efectivamente aprender. En este
sentido más que centrar la explicación en las causas individuales y externas;
se analiza críticamente la organización escolar, los agrupamientos de los niños
y jóvenes, la organización de los tiempos y los espacios, las situaciones de
enseñanza, para dar cuenta de la manera en que los alumnos transitan la
escuela. Desde esta perspectiva, las causas de la repitencia, el abandono y la
sobredad están ligadas a la calidad de la propuesta escolar y la manera en que
se organizan, secuencian y acreditan los aprendizajes escolares. El problema no
reside en la pobreza de los niños sino en la capacidad de dar respuestas a la
diversidad de niños, de jóvenes, de culturas.
Los
posicionamientos y sus efectos.
De
alguna manera, todas estas perspectivas coexisten en la escuela, a veces
mixturadas otras ortodoxamente planteadas. Para ser honestos, también coexisten
muchas veces en nosotros mismos. Lo que nos interesa reflexionar aquí es el
efecto que sobre nuestro trabajo y sobre la vida escolar de nuestros alumnos
puede tener la adopción de una u otra perspectiva.
Si
centramos nuestras explicaciones en la primera posición, las acciones que se
llevan adelante para sostener la escolaridad de los alumnos adquieren una
perspectiva remedial; es decir, si el problema está en el sujeto, atender al
sujeto en su dificultad es la solución. Estas perspectivas plantean intervenciones
singularizadas en los sujetos; equipos de apoyo con preparación especial,
estrategias de trabajo diferenciales para los alumnos.
Si
centramos nuestras explicaciones en la segunda posición, las acciones que se
llevan adelante para el sostén de la trayectoria se centran en generar las
condiciones externas necesarias para fortalecer los puntos de partida de los
alumnos; provisión de materiales y recursos a las familias; becas, atención
sanitaria, etc. Se intenta generar mejores condiciones de vida en los sujetos
que supongan mejores condiciones de acceder a la escolaridad.
En
ambas posiciones, el efecto sobre la organización escolar y la forma usual de
trabajo no suele ser de alto impacto. Más bien, estas posiciones suelen
desestimar lo que la propuesta escolar colectivamente entendida puede hacer
para transformar las trayectorias; en primer caso porque el problema no está en
la propuesta sino en el sujeto; en el segundo porque la escuela impone una
política de la espera; hasta tanto las condiciones materiales no sean otras, no
habrá mejor condición para educar.
La
tercera posición es la que, a nuestro entender, tiene mayores efectos sobre la
vida escolar misma, en la medida en que pone en el centro de la mirada dos
dimensiones que hacen al núcleo duro de la propuesta escolar: a) el formato
escolar, es decir, la manera en que se encuentran organizados en la escuela el
agrupamiento de los niños, los tiempos de enseñanza, los espacios, las
secuencias de trabajo y b) las propuestas de enseñanza
Con la
primera dimensión nacen propuesta que intentan flexibilizar el formato escolar
para dar mejor respuesta a los tiempos y necesidades de aprendizaje de niños y
jóvenes: los boletines abiertos, las promociones asistidas, los grados de
aceleración, las escuelas cicladas, los períodos de recuperación, entre otras,
son propuestas dirigidas a alterar las condiciones de enseñanza y la
organización clásica del formato escolar.
Desde
la segunda dimensión se pone en el centro del debate las políticas de
enseñanza; es decir, cobra especial valor volver a analizar, ensayar y
sistematizar de qué manera se comunican los saberes en el marco de las
profundas transformaciones culturales y sociales que la escuela atraviesa. En
ambos casos las perspectivas de la intervención pedagógica amplían su
relevancia.
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