jueves, 13 de junio de 2019

Encuentro 12


Nos encontramos en el cierre del 1er trimestre 2019, hemos venido trabajando en la elaboración de la rúbrica que les permita a los docentes del PAI "Narrativas Migrantes" realizar una evaluación colegiada.

Considero interesante realizar la lectura de este material que nos ayude a pensar sobre el valor de exponer de modo anticipado a nuestros estudiantes los criterios de evaluación, y poder brindarles y brindarnos parámetros los más objetivos posibles para la evaluación, en el marco del acompañamiento de las trayectorias escolares en una escuela secundaria nocturna, con una población escolar de jóvenes y adultos.
 
Si bien la bibliografía que figura al pie de la clase es muy extensa, considero que es un recurso interesante para quien desee profundizar en el tema.


Curso “Las prácticas de evaluación y el acompañamiento a las trayectorias escolares”, Escuela de Maestros, febrero 2019

Clase 3: La incidencia de los juicios de valor en las trayectorias escolares

En esta clase nos proponemos analizar la construcción de los juicios de valor y la incidencia en las trayectorias escolares, iniciamos con la siguiente pregunta:
 ¿Los profesores reflexionan, ó explicitan cómo construyen los juicios de valor?
Para construir los juicios de valor el docente puede valerse de una elaboración seria y rigurosa de la información recogida sistemáticamente sobre la base de criterios que le permiten fundamentar el juicio de valor[1]
Los criterios tienen que ser claros y es importante que los docentes se los comuniquen a los estudiantes, no se trata tan sólo de comunicar sino de trabajar con los alumnos que los criterios constituyen aquello que se espera que ellos puedan demostrar que aprendieron.  Los criterios muestran el marco de referencia de lo que  se mira de sus producciones, qué se valora de sus producciones o trabajos, antes hacíamos referencia al diálogo constante entre profesores y estudiantes en la evaluación formativa, los criterios serían una buena base de estos diálogos para mejorar el aprendizaje.
Prácticas democráticas de evaluación requieren del trabajo entre docentes en relación al carácter público de los criterios de evaluación. La explicitación de cada docente de sus criterios de evaluación pero también, al interior de cada una de las áreas discutir con otros colegas de las mismas asignaturas el fundamento de sus criterios, acordarlos, negociarlos. 
Acordar en el área, cuáles son criterios de evaluación y cuáles criterios de acreditación, tanto de criterios mínimos como criterios de máxima.
Tomando lo que decíamos al principio, si las prácticas de evaluación tienen como horizonte la igualdad: y esto significa que todos pueden aprender, además de la referencia criterial, en la escuela desde las asesorías o coordinaciones habría que orientar a los profesores para que cada docente tenga en cuenta el desarrollo de cada alumno, su situación en el aprendizaje a partir de su punto de partida.
Si sólo se tiene en cuenta para evaluar el criterio construido por el docente y no se lo cruza con la “referencia personal” se está desestimando la situación inicial de cada alumno y las cualidades de su trabajo, todo lo realizado por éste en su proceso de aprendizaje desde el punto de partida.
Los juicios de valor pueden expresarse de tres formas en la evaluación implícita, en la evaluación espontánea y en la evaluación institucional: La evaluación implícita: se refiere a la atribución de valor que está implícita en todo acto de percepción del otro y en todo proceso de acción. Juicio que no se revela sino a través de sus efectos. ¿Cuáles son los juicios que los docentes se van formulando acerca de sus alumnos que difieren del alumno ideal?; ¿cuáles serán las profecías autocumplidas; en estos juicios implícitos las expectativas de profesores cómo se traducirán en los resultados escolares de los estudiantes?
La evaluación espontánea: es aquella en la que se conoce al mismo tiempo el juicio de valor y sus efectos, sin que se sustente en un dispositivo o estrategia o técnicas o instrumentos de evaluación.  Tampoco se conocen la información que le dio origen ni los criterios de juicio. Este tipo de evaluación es la que aplicamos en la vida cotidiana, contribuyendo a la construcción y refuerzo de las representaciones sociales compartidas. En las instituciones educativas son los juicios que se emiten sobre los alumnos y se comparten en sala de profesores, con los padres, etc.
La evaluación institucional: es la que venimos analizando, como prácticas de evaluación en la escuela y consiste en el acto deliberado y socialmente organizado dirigido a la producción de un juicio de valor. No obstante debemos mantenernos alerta porque la evaluación espontánea y la implícita echan a rodar las representaciones de los profesores y se basan en diversas fuentes de información siguen operando aún en situaciones altamente reguladas, y pueden incidir con fuerza en los resultados que obtengamos.
La elaboración de estrategias de evaluación próximas a las situaciones que se desarrollan en el aula preserva, de algún modo, de las contradicciones significativas o de las distancias muy llamativas, que se establecen entre la evaluación informal y los resultados de la evaluación institucionalizada.
Al mismo tiempo, es importante también afirmar que metodologías más rigurosas en las evaluaciones institucionalizadas pueden contribuir a revisar, introducir matices y complejizar la mirada que construimos sobre los alumnos, a partir de la evaluación informal.
A través de la evaluación sobre todo a través de sus juicios implícitos y espontáneos la escuela refuerza a unos y debilita a otros: “los malos alumnos”.
Pareciera que cada vez son más los malos alumnos en la escuela media, cada vez más los estudiantes se alejan de esa “cultura legítima”[2] aquella que corresponde a la clase social dominante, obviamente que en esta mayoría, a la que nada le interesa –según los docentes-, algunos siguen en pie, y a los que se les quiebra la trayectoria es a aquellos que las condiciones socio-económicas y culturales están más alejadas de esa cultura legítima.
Casualmente la escuela “sospecha” y rechaza a aquellos estudiantes que “vienen por la beca”; así circulan implícitamente mensajes con apreciaciones, valoraciones que reproducen la desigualdad.
Se escuchan voces que se preguntan: “¿podrán “estos chicos” –“débiles”, “pobres”- seguir estudiando?, ¿quizá debieran ir a una escuela de artes y oficios?, ¿no ganaría más tiempo ayudando a los padres en su trabajo? Voces que categorizan a los estudiantes, los estigmatizan.
Al respecto dice Carina Kaplan: “Los procesos de estigmatización-etiquetamiento tienen lugar también en la escuela. Las expectativas que ponen en juego los docentes se transforman, para los propios alumnos, en actos de nombramiento que los atraviesan en la construcción de su auto-estima e identidad, impactando en su trayectoria escolar y social. Por medio de los juicios, las clasificaciones y los veredictos que la institución educativa realiza, cada joven va conociendo sus límites y también sus posibilidades...esto es, como una autoimagen (marcas que quedan en el alumno de su pasado por la escuela) acerca de sus propias capacidades y posibilidades futuras que interactúan con las posibilidades objetivas a las que se enfrenta cada sujeto[3].
Si volvemos a la brecha entre la información que brinda la evaluación diagnóstica y el ideal de alumno que los docentes tienen representados y pensamos en sus expectativas, entendemos que en muchos casos muchos estudiantes están condenados de entrada a la escuela al fracaso.
En relación con las expectativas de los docentes podemos recordar las investigaciones de Rosenthal, “Pygmalion en la escuela” en el que se muestran el fuerte impacto que tienen las creencias del maestro respecto de la capacidad intelectual de sus alumnos en su rendimiento escolar.
Los docentes poseen prejuicios y representaciones sociales acerca de la inteligencia de los alumnos provenientes de distintas clases sociales, estas representaciones se reflejan en las formas de evaluarlos y de nombrarlos.
Expresa Poggi, “Cuando la evaluación pretende recuperar los sentidos y finalidades que hemos mencionado anteriormente, relacionados con el proceso de formación, inevitablemente puede entrar en colisión con el proceso de acreditación, particularmente en aquello que atañe a los tiempos diferenciales entre el proceso de aprendizaje, que inevitablemente es individual, y aquellos marcados por la sociedad, el sistema y la institución.
A través del proceso y el acto de acreditación, el sistema y la institución marcan una temporalidad más o menos fija que obliga a los docentes, a partir de una oposición binaria (promociona o no promociona, obtiene la certificación o no la obtiene), a tomar decisiones que tienen efectos en términos de la trayectoria escolar futura de un sujeto[4].
En relación con esto último, es importante considerar que a partir de la ley nacional 26.206, se están estructurando una serie de políticas educativas[5] perfilando ajustes en relación con la estructura escolar y en particular con la evaluación. Políticas educativas y estrategias institucionales para fortalecer los derechos a la educación de los jóvenes y que todos y todas puedan transitar, permanecer y terminar sus estudios
Lo que afirma Poggi es por ahora inevitable, sin embargo, muchos docentes dan lugar a la construcción de una experiencia social que ancla en la escuela y abre nuevas posibilidades. Son docentes que se constituyen en mojones que dan lugar a la voz propia, llevan a cabo prácticas evaluativas en las que se evidencian decisiones tendientes a poner en el centro del escenario educativo, el aprendizaje y la enseñanza, favoreciendo el desarrollo de las trayectorias escolares y la inclusión de los estudiantes en la escuela, porque si bien como tantos otros docentes, están presionados por el cierre de trimestres, la diversidad y cantidad instancias de evaluación determinadas, etc. estos hacen jugar los criterios mínimos de aprobación, a su vez tienen en cuenta la evolución de cada estudiante en relación con su punto de partida y en relación con el grupo, y además brindan más oportunidades para enseñar y aprender y recuperar lo que aún no se logró. En parte, cuando Carina Kaplan afirma: “... que gran parte de los niños y jóvenes transitan su escolarización de modos heterogéneos, variables y contingentes...”, estos modos de transitar la escolaridad está vinculado también con estas prácticas de evaluación. 
En este sentido, Perrenoud dice que la evaluación se encuentra entre dos lógicas, una vinculada a la creación de “jerarquías de excelencia” a la acreditación y otra, relacionada con los aprendizajes. 
Sin la evaluación, dice este autor no existirían ni el éxito ni el fracaso escolar. Ambos calificativos son fruto de valoraciones, intenciones y técnicas que ponen en juego los docentes ante los requerimientos de certificación en el marco de la institución educativa. Para ello, el sistema educativo fabrica juicios y jerarquías de excelencia que a menudo recrean otras formas de calificación, incluso informales. Los juicios y jerarquías de excelencia son, en tanto, representaciones, el resultado de la construcción intelectual, cultural y social. Por ello Perrenoud (1990) utiliza la metáfora de la fabricación, en tanto, procedimientos relativamente estables que son en parte codificados por la organización y en parte inventados por cada docente.

Bibliografía: 
ALVAREZ-URÍA, F. (1995) "Escuela y subjetividad". En Revista Cuadernos de Pedagogía N° 242. España. 
Amigues René y Zerbato Poudou Marie Thërése (1996) “Las prácticas escolares de aprendizaje y Evaluación”, Fondo de Cultura Económica, México. 
Astolfi, Jean Pierre (1999) Cap. 2 “¿Qué estatus se da al error en la escuela?”, Cap. 4 “Tipología de los errores de los alumnos” en “El error un medio para enseñar”, Sevilla, Díada editorial. 
Baquero, R. 2006. Experiemento escolar y experiencia educativa: un prisma para el análisis de la educabilidad. En La escuela frente al límite. Actores emergentes y transformaciones estructurales. Contingencia e intereses. Revista Ensayos y Experiencias. Ediciones Novedades Educativas. Bs. As. Argentina. 
Barbier, Jean Marie (1993) ”La evaluación en los procesos de formación” “Paidos, Barcelona.
Basabe, L Cols, E. (2007) La enseñanza, en El saber didáctico. Camilloni, A. yotros. Paidos.
Bertoni Alicia, Poggi Margarita, Teobaldo Marta, (1996). “Los significados de la evaluación educativa: alternativas teóricas”, en “Evaluación nuevos significados para un práctica compleja “.Kapelusz, Colección Triángulos Pedagógicos. 
Camilloni, A y otros. (1998). “La evaluación de los aprendizajes en el debate didáctico contemporáneo” Paidós educador. Bs. As.
Cervini, R. (2002) Desigualdades en el logro académico y reproducción cultural en Argentina. Un modelo de tres niveles. Revista Mexicana de Investigación Educativa septiembre-diciembre 2002, vol. 7, núm. 16 
Cols, E. Amantea, A. Guervitz, M. (2007).  “Las prácticas de evaluación en el nivel medio: problemáticas y enfoques” Escuela de Capacitación Docente-CEPA. Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Delval, J. (1996) "¿Evaluación? No, gracias, calificación", en Cuadernos de Pedagogía N° 243 
Documento de trabajo. Pensar la escuela: Trayectorias escolares: debates y perspectivas. Dto. De Capacitación. Dirección Nacional de Gestión de la Educación. Ministerio de Educación de la Nación 2009 
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Flacso. Posgrado en Currículum y Prácticas Escolares en Contexto.(2008) Material de circulación interna de diversos autores: Siede, I.; Finocchio S.; Pinkasz, D.; Kaplan, C; Fainsod, P.. Silvia Gojman y Perla Zelmanovich. 
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Greco, B- Toscano, A. Trayectorias educativas en escuela media, desafíos contemporáneos de la obligatoriedad. Facultad de Psicología.  Universidad de Buenos Aires. 
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Kosoy, A. La escolaridad de los jóvenes de sectores populares: tiempos de desafío. Crisol Proyectos Sociales. Luján.
Merieu, P. (2005) Carta a un joven profesor. Por qué enseñar hoy. Grao. Micro-Macro Referencias.
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Ranciere, J. (2003). El maestro ignórate. Cinco lecciones de emancipación intelectual. Ed. Laertes. Barcelona 
Zoppi, Ana María. (2011) La construcción social de la profesionalidad docente. Revista Propuesta Educativa. Flacso. Sede Argentina.


[1] Cuando no se elaboran o explicitan los criterios de evaluación el docente construye los juicios de valor tan sólo de manera subjetiva según sus apreciaciones personales. Si bien la subjetividad siempre está presente aunque existan criterios elaborados, el hecho de que estos sean la base de los juicios, tiende a que la evaluación sea más fundamentada y justa.
[2]  Carina Kaplan. 2006. La inclusión como posibilidad. Ministerio de Educación Ciencia y Tecnología de la Nación.
[3]  Carina Kaplan. Ibid
[4] Poggi, M . (2002) Instituciones y trayectorias escolares. Reflexiones sobre el sentido común para transformar las prácticas educativas. Buenos Aires, Santillana.
[5] Resolución del CFE 93/09

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